En los próximos veinte años, financiar el mantenimiento de las infraestructuras ya existentes será más difícil que captar inversiones para la construcción de nuevas infraestructuras. Esta es una de las principales conclusiones del informe 'Transporte y Logística 2030. Infraestructuras de transporte; ¿Motor o freno de mano para las cadenas de suministro globales?', elaborado por PricewaterhouseCoopers a partir de la opinión de 104 expertos de 29 países de todo el mundo (incluida España).

El estudio constata que muchos de los países desarrollados no están combatiendo el deterioro de las infraestructuras de transportes existentes y este hecho se convertirá en uno de los principales desafíos del sector en las próximas décadas. De aquí al 2030 se estima que serán necesarios más de 41 billones de dólares a nivel mundial para el desarrollo y mantenimiento de infraestructuras. Unas previsiones que requerirán un importante esfuerzo financiero si tenemos en cuenta que, en la actualidad, el gasto mundial en infraestructuras asciende a un billón de dólares al año.

Los expertos coinciden en que la actual situación de restricción financiera impulsará la necesidad de la cofinanciación público-privada. Sin embargo, apuntan a que ésta no será la panacea. El sector privado se centrará en los proyectos que aporten mayor retorno y evitará aquellos que requieran un compromiso financiero a largo plazo. Mientras que el sector público se focalizará en el desarrollo y el mantenimiento de aquellas infraestructuras necesarias desde un punto de vista social, pero económicamente menos justificables.

El informe considera que los fondos de inversión privados serán los motores de las grandes infraestructuras internacionales. En la actualidad, existen 119 fondos de infraestructuras no cotizados que acumulan un compromiso de capital de 114.600 millones de dólares. En los próximos veinte años, la población mundial crecerá en 1.400 millones de personas, lo que incrementará la demanda en infraestructuras de transportes y, por tanto, el atractivo de estos fondos.

En 2030, el 60% de la población mundial vivirá en ciudades. Esta tendencia hacia la urbanización obligará a los gobiernos de todo el mundo a generalizar la puesta en marcha de medidas para controlar la demanda y gestionar de forma eficiente las infraestructuras de transportes. Algunos ejemplos son los peajes de las autopistas o los recargos que ya existen por acceder al centro de algunas ciudades, como sucede en Londres, Singapur y Estocolmo.

La sostenibilidad tendrá también un impacto relevante en el sector. El estudio considera muy probable que los operadores de transportes se vean obligados a participar en el mercado de compra y venta de derechos de emisión para poder obtener permisos para operar. Y que, por lo tanto, en el futuro deberán hacer fuertes inversiones en nuevas tecnologías para poder reducir sus emisiones de CO2.

El informe concluye que, a pesar de que los países emergentes registrarán unas elevadas inversiones en infraestructuras de transporte en los próximos veinte años, las potencias industrializadas mantendrán su posición de liderazgo en términos de suministro de infraestructuras de transporte aunque se reducirá la brecha existente entre ambos.

Las próximas dos décadas también serán testigo de grandes innovaciones en materia de infraestructuras de transporte y el estudio recoge algunas de ellas como, por ejemplo, el uso de sistemas de cintas transportadoras continuas para el transporte de contenedores; la utilización de materiales absorbentes de CO2; o el uso de materiales de regeneración espontánea.


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